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Amor, Matrimonio y Sexualidad - Parte VI


El matrimonio debe ser visto en su relación correcta con el individuo y con la comunidad en general. Nunca se podrá obtener lo máximo de algo, a no ser que se comprenda su verdadera función.

El matrimonio es algo que se debe esperar, ante todo, a causa de la camaradería de por vida que provee. Es muy probable que su compañero de por vida va a durar más que todas las restantes relaciones íntimas. Lo más probable es que primero se morirán los padres, los hijos crecerán y harán su propia vida, los hermanos y hermanas y amistades tendrán sus propias relaciones íntimas en la vida, las que obligadamente tendrán el primer lugar.

Pero el compañero, la esposa o el esposo, estará allí siempre. Las alegrías y las penas tendrán que ser compartidas, los ingresos, gran parte de sus intereses y diversiones, serán algo que tendrán en común.

Antes de contraer matrimonio hay que darse cuenta de esto, hay que meditar si ambos podrán pasar por todo ello juntos en forma satisfactoria. No tenga esperanzas excesivas en el matrimonio, ni tampoco espere demasiado poco. El agua no puede subir más allá de su propio nivel. La unión de dos personas no puede producir más de lo que ellas contribuyen a ella.

Si se está lleno de imperfecciones: intolerante, impaciente, exigente, dictatorial, suspicaz, corto de genio, egoísta, no se imagine que estas características van a hacer que su matrimonio sea feliz o que al cambiar su compañero, una nueva unión va a tener más éxito. El matrimonio, como todas nuestras restantes relaciones en la vida, es un proceso que, entre otras cosas, sirve para suavizar nuestras aristas.

El esmerilado duele, el ajustarse al carácter de otra persona es difícil en un comienzo, por cuyo motivo se necesita más amor aquí que en ninguna otra relación.

El amor, al ser esencialmente una fuerza divina, une; como una chispa, salta el espacio que hay entre los pensamientos y deseos conflictivos de las personas, posiblemen­te entre temperamentos que difieren ampliamente.

Cura las heridas que todos nos infligimos los unos a los otros ya sea en forma inadvertida o en momentos de ira, celos o encono. A la influencia del amor en el matrimonio se agrega luego otro catalizador poderoso: la costumbre. El hogar en común, la asociación diaria, produce un marco común y el hábito, una de las fuerzas más poderosas de la vida, comienza a enlazar al marido y a la mujer.

Si se deja que falle el amor, es posible que el hábito, por sí sólo, sea suficientemente fuerte como para mantener la unión. Hay dos grandes postulados en la ecuación del matrimonio: el primero es la fidelidad, el segundo es hijos.

Hay una razón final, mucho más profunda para tener hijos. Podríamos comparar la vida con un vuelo; la materia inanimada se ha levantado para formar materia animada, la vida ha evolucionado para dar el hombre; sólo el hombre regresa a Dios. El vuelo se remonta hasta un apogeo que no podemos percibir aún al estar en este mundo; después de la muerte el individuo sigue viviendo, progresando, desarrollándose; no deberíamos romper voluntariamente la cadena a no ser que haya una muy buena razón para ello ‑ ni impedir que otras vidas lleguen a la existencia, para que también puedan remontar su vuelo hacia adelante y hacia arriba.

Autora: Rúhíyyih Rabbani, nació en Montreal, Canadá en 1910, residió en Haifa, el Centro mundial de la Fe Bahá’í hasta su fallecimiento en el año 2000. Un persona de intereses y capacidades prodigiosas, además de ser una administradora y viajera mundial, fue escritora, poeta, conferencista y productora de películas.

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